PIJAMAS DE COLORES (2ª parte)


 Indudablemente la profesión que eligió (la llevaba en las venas antes incluso de nacer) hace crecer a pasos agigantados, ya que pone al individuo ante los tres grandes momentos de la existencia: el nacimiento, el mantenimiento de la salud o la enfermedad… y la muerte.

Durante todos estos años, además de cursar un “master en relaciones personales” para poder convivir con los compañeros durante tantas horas, y conseguir formar un buen equipo para hacer el trabajo más ameno, había aprendido (aunque siempre queda mucho por aprender) que no era suficiente con los conocimientos, la práctica, la humanidad… era fundamental: el modo de llegar a los demás. Saber qué tono de voz se debe y se puede emplear, cuándo contar hasta mil o dos mil (hasta cien muchas veces no era suficiente), cuando morderse la lengua y permitirse reflexionar, para después poder decir las cosas tal y como las piensas, sin confundirse y sin herir o molestar a nadie. Pero lo que la había convertido realmente en una excelente enfermera era la propia enfermedad.

Todavía se le encogía el corazón cuando recordaba lo sentido al cambiar el pijama blanco y los zuecos, por el de flores y las pantuflas. Lo diferentes que se veían los pasillos cuando corría a poner la medicación y desde la cama acostada, cuando corrían con ella.

Existen personas (las menos) para los que la vida es como un jardín de rosas sin espinas, todo les viene rodado, no tienen que enfrentarse a grandes sufrimientos ni preocupaciones. Recientemente había visto en la tele a una feliz anciana soplando las velas de su tarta a los cientoun años, “su secreto ha sido no fumar y tener una vida serena, sin sobresaltos ni preocupaciones” decía un sobrino-nieto, que fácilmente ya era abuelo.

Existe otro grupo de personas a los que la vida parece estar poniendo continuamente a prueba, todavía están lamiendo sus heridas de una batalla cuando se ven inmiscuidos en una nueva, o incluso tienen varios frentes abiertos a un tiempo. Afortunadamente este grupo tampoco es muy numeroso, pero ella tuvo la mala suerte de verse incluida en él, en el de los que su vida es un jardín lleno de zarzas con alguna rosa en su camino. Las rosas eran sus tres amores por los que tanto tuvo que luchar.

Cuando vio a su marido por primera vez (como no, en un hospital) se cayeron un poco mal, fue un encuentro algo desafortunado. Pero cuando tuvieron que compartir años de trabajo, y llegaron a conocerse en profundidad, supo que era el hombre con el que siempre soñó, pero que no imaginó que existiera. Fue muy complicado su comienzo, una historia de amor que fácilmente podría ser el argumento de cualquier telenovela. Cuando comenzaban a ser, por fin, felices y desearon colorear su felicidad teniendo hijos en común, descubrieron que tampoco eso sería fácil. Tuvo que ponerse el pijama de colores en varias ocasiones para conseguir convertir su sueño en realidad: ser madre y conseguir que él fuera padre. Era una mujer fuerte y sobre todo luchadora, pero cuando el tes señaló un positivo, no podía imaginar que en sólo seis meses vería a sus hijos.  Con veinticinco semanas de gestación acudió a una revisión y le dijeron que tenía que quedarse ingresada, era el cumpleaños de su cuñado, el inicio de Semana Santa, pero para ella la vida se quedó detenida entre aquellas cuatro paredes (de nuevo) de un hospital. Tenía que permanecer acostada todo el tiempo, la bañaban en la cama, allí tenía que hacer sus necesidades, la despertaban a las seis de la mañana para ponerle el termómetro, etc.  Con sólo veintisiete años creía entender a los ancianos que necesitaban de los demás para todo, se sentía una vieja en un cuerpo joven. No pudo evitar llorar aquel día de tantos que la bajaron a paritorio con amenaza de parto prematuro, porque ella intuía que sus hijitos, que no sabía si ya llegarían al kilo, estaban a punto de venir al mundo, un mundo lleno de injusticias sobre todo para los del segundo grupo, los del jardín lleno de zarzas.

Continuará…


4 respuestas a “PIJAMAS DE COLORES (2ª parte)”

  1. Pero los del jardín lleno de zarzas son los más sabios y los que aprenden a disfrutar más y mejor de las rosas que se encuentran…

    qué bonito lo que escribes,
    un besotee fuerteeee

  2. Jó!! que bonito leer la historia y «ver» corretear a las niñas imaginandomelas abriendo la puerta del baño mientras habias puesto tanto empeño en calentar el cuarto con la estufa jejeje…es muy bonita la historia. FELICIDADES y no dejes de escribir, que tus hijas cuando sean mas mayorcitas y aprendan a leer cositas de estas estaran mucho más orgullosas de su mama de lo que ya están. Muchos besos

    • Me alegra que te guste Paula.
      Gracias a la ayuda de ustedes, en muchas ocasiones, hemos tenido momentos de calma en los que no nos abrieran la puerta, no nos despertaran por la noche… «molestaban» a las primas. Besotes

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