Ella poseía una cualidad que, en cierta forma, le facilitaba la manera de encajar los golpes: sabía ver las pequeñas flores que se hallaban escondidas en el estiércol.
Cuando llevaron a sus hijos a la UCIN fue feliz al escuchar que habían pesado más de un kilo cada uno, aunque aún no sabía que tardaría dos meses en poder tenerlos en casa, que estaría un año llevándolos a múltiples consultas y tres veces en semana a rehabilitación. Llevó el pijama de los pacientes durante casi un mes, pero aún fue más duro la paciencia que tuvo que tener cuando eran sus hijos los del pijama. Todavía hoy uno de ellos, con frecuencia, tenía que volver a vestirse el de colores y ella permanecer en la cabecera de su cama, pacientemente.
Es muy duro ser enfermo o familiar, sobre todo cuando sueles estar al otro lado. Pero nos aporta, como ninguna otra experiencia, la cualidad de COMPRENDER y EMPATIZAR absolutamente con los que llevan los pijamas de colores. Durante el tiempo que tuvo que estar en los hospitales como cliente, por una u otra causa, compartió experiencias con muchas personas que estaban viviendo una situación parecida a la suya y en muchos casos, peores. Todo esto aumentó su capacidad de escucha, su solidaridad con el que sufre y, sobre todo, con el que la vida le ha hecho acostumbrarse al dolor.
No existe mayor angustia que ver sufrir a un hijo y no poder evitárselo. Pero él, su niño, conseguía siempre arrancarle una sonrisa e incluso hasta carcajadas. A pesar de los dolores que padecía, era feliz: se bebía la vida a tragos, intensamente. Él sí que era luchador, se aferró a la vida desde su primer minuto de vida (cuando tuvieron que reanimarlo) con un coraje inigualable. Hacía poco tiempo que sabía dibujar a su familia, pero siempre lo hacía (a la perra incluida) sonriendo. Era pura energía, su vitalidad contagiaba a los que lo rodeaban. Sus enormes ojos deslumbraban, no sólo por su grandeza, sino por los destellos de vida que se escapaban por ellos. No lloraba ni cuando le pinchaban, miraba pacientemente como la enfermera le sacaba sangre o le cambiaba la vía. Con sólo seis años era mucho más maduro que muchos adultos.
Ella confiaba en que algún día cambiara su suerte, la de ella y la de su familia. Sabía que, casi con total seguridad, nunca saldría en la tele por cumplir cientoun años porque fumaba y su vida no había sido tranquila sino llena de preocupaciones. No pretendía llegar a formar parte del otro grupo, de los del jardín de rosas, pero sí esperaba que llegara el día en el que su vida y la de los suyos fuera más apacible, aunque se convirtiera en un poco aburrida, ya habían vivido suficientes sobresaltos.
Debía darse prisa si quería llegar a tiempo, todavía tenía que desayunar. Se preparó un zumo de naranja y mientras lo hacía recordó aquellos que le llevaban en la bandeja a la cama y los que le preparaban en la cafetería del Materno, cuando bajaba antes de que aclarara el día y su hijo despertase durante sus ingresos. El de ahora desde luego le sabía mucho mejor. Tras el desayuno volvió al baño a lavarse los dientes, un último vistazo al espejo. En esta ocasión no le pesaron tanto los kilos, ni le parecieron tan profundas las arrugas. Es imposible retroceder en el tiempo pero aunque pudiera, no querría hacerlo. Era quien era hoy, por cada minuto de su pasado y conocía con nombre y apellidos a los pacientes que vería aquella mañana: no los cambiaría por otros. Ellos la estarían esperando a ella, a la de ahora, la que los miraba a los ojos y les hacía entender que no hay diferencia alguna entre el pijama blanco y el de colores, porque el camino de la vida es para todos el mismo: se inicia con un llanto, el nuestro, y dependiendo de cómo vivamos, tras nuestra última sonrisa quizá suenen muchos llantos ajenos.
Había nacido para ser enfermera (hacía hoy justamente treinta y tres años) y ahora, además, intentaba ser la enfermera con la que a ella le hubiera gustado encontrarse, siempre que llevó o algún familiar llevaba, el pijama de colores.
11 respuestas a “PIJAMAS DE COLORES (3ªparte)”
si un día tengo que llevar el pijama de colores, a mí también me gustaría encontarme con la mujer y enfermera de tu relato…
Espero que si tienes que llevarlo sea tarde y poco, pero estoy segura, Dominique, de que en el mundo hay muchas mujeres y enfermeras como ella. Si descubres una, felicítala: sienta bien que te reconozcan el trabajo salido desde el corazón.
Un besote fuerte y gracias por seguime.
Mirando hacia atrás, consigo ver el mérito de lo conseguido. Con distintos colores en los pijamas, con mucho esfuerzo diario y constante…ahí están dando largas para no ir a la ducha porque quieren jugar más. Son lo mejor.
Sí, detrás de ellas hay una lucha constante, y… ¡las que quedarán por venir!
Sin duda alguna son lo mejor, el resultado de una mezcla perfecta.
Gracias por todo…Infinito.
No sé como te las arreglas pero siempre consigues emocionarme con lo que escribes,
así que quiero seguir emocionándome y lo espero.
Felicidades por éste nacimiento,y por ir logrando poquito a poquito uno de tus sueños…Nuria.
Sin emociones la vida no sería igual. ¡Pobre del que viva sin sentir!
En cualquier caso, el mérito de emocionarte es sólo tuyo, una persona insensible sería incapaz de hacerlo.
Gracias por estar a mi lado, también aquí.
Un besote enorme.
Me ha gustado mucho tus relatos, ojalá que sigas escribiendo y nosotros podamos seguir disfrutando de estas pequeñas huellas
Gracias por el apoyo, ex-compañera de escapadas al Spar, jejeje.
Espero que realmente los disfuten. Yo por lo pronto el fin de semana gozaré de muy buena compañía entre canción y canción. ¡Tendré que sacificarme!
Un besote enorme.
Me ha atrapado desde el principio por la verdad que contiene. La vida misma. Ese niño dibujando sonrisas (seguro que por culpa de esa madre de sonrisa permanente). Ese camino de rosas y ese otro de espinas. Que real. El titulo muy bien elegido.
Precioso.
Seguro que a los padres, en muchas ocasiones, les costó mantener la sonrisa, pero me consta que lo intentaban.
¡No te imaginas la de personas que encuentro a diario en mi trabajo, que pertenecen al jardín de zarzas! Y siempre tienen, para regalar, un gesto amable. La cantidad de héroes de los que estamos rodeados y sólo nos centramos en los villanos.
Esta reflexión es sólo para que me de tiempo de secarme la cara, me la lavé a ver si conseguía que bajara el tono encarnado que le dejaron tus comentarios (esto si vale copiarlo ¿no?).
Un abrazo enorme.
Que me gustaría compartir el jardín de rosas que los años, por fin, han traído a tu vida