Cebri había nacido diferente a los de su especie. Siempre se sintió ninguneado por todos, menos por la reina madre. Desde pequeñito supo que a pesar de ser el primogénito, el reino pasaría a manos de Tamo, el benjamín. Él sí tenía las rayas en su sitio, como mandaba la ley. Poco importaba que fuera egoísta, usurero y petulante, sólo el no tener el cuerpo dibujado por un gran arcoíris le daba derecho suficiente.
Contrariamente a lo que pudiéramos pensar, Cebri era feliz en la sombra: cabalgando libremente al paso de su madre, parándose a mirar las nubes de mosquitos en los charcos, asombrándose por su reflejo multicolor en las aguas o pasando las tardes a la sombra, devorando todos los libros que cayeran en sus pezuñas.
Tamo, sin embargo, sólo reía cuando se burlaba de él y, últimamente, casi ni de eso podía ocuparse. Su padre se encargaba de su entrenamiento. No resultaba fácil ser el Rey de las cebras. Miles de peligros acechaban a la manada. Él debía ser el más fuerte, astuto y varonil de todos los cuadrúpedos.
Cuando la humedad de la noche caía implacable sobre la sabana, cientos de rayas blanquinegras se juntaban buscando el calor mutuo. Cebri sólo podía acurrucarse junto a su madre. Pero esa noche faltarían a la reunión los dos miembros más importantes. La reina no podía estarse quieta, movía su cola incansablemente.
―Tranquila madre, al amanecer partiré en su busca. No deben andar lejos, se habrán entretenido practicando sus ejercicios y les habrá parecido más prudente buscar refugio, que permanecer a la intemperie sin la seguridad del grupo ―dijo Cebri para tranquilizarla. No sabía de dónde le venía la fortaleza que salpicaba sus palabras. Pero tampoco logró dormir.
Fue innecesario partir. Cuando comenzaba a escucharse el cantar mañanero de los pájaros, apareció Camarón, el compañero leal del Rey. Todos parecieron despertar al escuchar el zumbido del aire al ser cortado por sus alas, aunque ninguno había conseguido juntar las pestañas en aquella noche interminable. Sin pronunciar palabra alguna al grupo, ni siquiera a la reina, se posó en el lomo multicolor, acercó el pico a su oreja y estuvo más de diez minutos sin despegarse. Cuando terminó voló hasta el suelo con la mirada dirigida a Cebri. Todos lo imitaron, viéndolo, casi, por primera vez.
Cebri inició su discurso:
“Lamento profundamente tener que comunicarles que tanto el Rey como el heredero de la corona han sido capturados por los humanos ―un murmullo sordo recorrió el lugar―, por lo que no podemos esperar su regreso, y de nada serviría iniciar una búsqueda infructuosa ―la garganta se le secaba por momentos y la saliva se convirtió en una bola espesa, trago y trató de continuar―.
Camarón acaba de transmitirme el último deseo de mi padre: que sea yo, a partir de este momento, el rey de la manada.
(Silencio)
Evidentemente soy un rey diferente, pero no sólo por mi pelaje: No será necesaria ceremonia de coronación. Soy sólo uno más de ustedes, pero con la misión de encargarme del cuidado y funcionamiento correcto del grupo.
Cuando avancemos seré el primero, pero no quiero ningún otro privilegio. La reina si mantendrá su condición y le rendiréis honores, tal y como venís haciendo hasta ahora.
¡En marcha! Si hay hombres merodeando debemos alejarnos a tierras más seguras.”
Con paso firme dio media vuelta y se puso en camino. La reina a su lado. Camarón en su lomo.
Jamás olvidaría el acto de generosidad de su padre, aunque esto supusiera perder su anónima libertad, no le iba a defraudar.
Repetía una y otra vez sus palabras oídas en boca del pájaro fiel:
“Hijo, siempre debiste ser el elegido. Sólo tú podrás ser un buen monarca.
Marcha en sentido contrario, me alejaré con tu hermano. Jamás entendería una derrota y llevaría a nuestro pueblo a la miseria, preocupándose sólo de su disfrute.
Confía siempre en tu intuición, eres único para sentir al otro como a un igual.
No te preocupes, pronto dejarán de ver tus colorines porque el arcoíris de tu alma es más resplandeciente que el de tu lomo.”
Cebri marchaba orgulloso de su padre.
La manada seguía esperanzada los destellos multicolores que, por primera vez, la guiaban hacia un destino luminoso.
Escrito el 18 de mayo de 2010
6 respuestas a “EL ARCOIRIS REAL”
Me gusta mucho Raquel. 😉
Me alegra que te guste.
Un besote enorme.
Una fábula muy poética y cargada de mensajes. Muy original la forma de abordar el respeto a la diferencia, el amor y el sacrificio de los padres… El nombre del protagonista es lo único que no me acaba de convencer.
Gracias Miguel. Ya me comentaron lo del nombre del prota y estoy de acuerdo. Quizá debí cambiarlo, pero se trata de un guiño privado. Te cuento: la clase de 1ºA se llama las Cebras y su mascota es Cebri;1ºB son los hipopótamos su mascota Tamo; y Camarón es una de las mascotas de casa. Me hizo gracia mezclarlos a los tres en una fábula. Pero desde luego el nombrecito chirría bastante.
Un abrazote.
Bella fábula y hermosa. Vengo a darme una vuelta entre tus cosas y agregarte a mi blogroll.
Felicidades por tu bolg.
Un besote.
Gracias pipermenta. Fuiste la primera, y de momento la única, «desconocida» que dejó un comentario en mi blog. ¡No sabes la ilusión que me hizo! Y más cuando descubrí que también te dedicas a llevar una doble vida, esta que nos ayuda a vivir más intensamente.
Bienvenida a esta playa, espero que lo disfrutes.
Un abrazo.