Papá solía morirse dos veces al día. Por la mañana con la asistenta, la cual dejaba, al terminar, las sábanas estiraditas. Por la noche con mamá, deshaciendo la cama de nuevo para no levantar sospechas. Pero aquel día las sábanas quedaron arrugadas, mi padre no consiguió morir de placer entre las piernas de la mulata… A partir de ese día papá se convirtió en inmortal.
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