Papá solía morirse dos veces al día. Por la mañana yo le llevaba flores al hospital y por la noche, en sueños, recortaba muy despacito su esquela de un periódico. Pero aquella mañana me esperó vestido y con la maleta en la puerta. ¿Qué esperabas nena? Me dijo al verme palidecer. No me dejó otra opción, le di al off, cerré la puerta y salí corriendo antes de que las enfermeras escucharan la alarma del respirador portátil.
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