Continuación
(Para leerlo desde el principio, pincha aquí https://huellasdesal.wordpress.com/sintonia-vivaldi/ )
Tendría que controlarse, si había esperado veinte largos años para cumplir su venganza, bien podía esperar veinte minutos más. Lo importante ahora era recuperar lo que le pertenecía, asegurarse una vejez tranquila en algún lugar apartado del ruido y la civilización. Lo había estado pensando y lo mejor sería volver por un tiempo al pueblo donde nació y donde nadie debía ya recordarle. Un buen lugar para esconderse.
Caminaba mirando al frente sin prestar atención al discurso interminable que Julia había comenzado. Un impulso le hizo voltear la mirada hacia ella. Se encontró con que ella también le miraba. De nuevo tuvo la sensación de que le había reconocido. Volvió a sonreír esforzándose en enseñar el colmillo dorado. Pero llegó tarde. Lucía había dejado de mirarle para señalar hacia la mesa de acero que brillaba bajo el sol.
―Ya hemos llegado ―.Se puso la palma de la mano en la frente para entornando los ojos mirar al horizonte antes de continuar hablando ―¿Qué mañana más agradable? ¿No crees?
―Sí ―contestó él sin saber muy bien a cual de las dos preguntas respondía.
―Es curioso, nada avecina el invierno y sin embargo mira las golondrinas, parece que tienen prisa.(Miguel)
―No sé que te parecen a ti, pero a mí me recuerdan a los gatos negros, me dan mala espina ―. Por supuesto que sabía perfectamente que este era, exactamente, el efecto que siempre habían producido en ella.
―¿De verdad? Pues a mí me encanta verlas porque me imagino volando con ellas al compás del aire cálido. Viajando incansable por distintos países.
―¿Sueles viajar mucho? ―Preguntó Tomas alarmado, temiendo que Julia hubiera fulminado la fortuna que él consiguió al cometer sus villanías.
―No. Pero espero hacerlo pronto. Estoy… estoy… esperando la persona adecuada para que me acompañe a… recorrer el mundo.
―Bueno… pues yo no podría acompañarte porque no tengo un duro, pero… me esforzaría en ser el mejor compañero de viajes.
―No lo dudo ―dijo Julia entre tímidas carcajadas y Tomás se sorprendió frotándose las manos que rápidamente escondió en los bolsillos del abrigo.
―Espero que me lleves a lugares soleados. No soporto el invierno.
―Mejor que vayamos despacito, ¿no te parece?
―Sí ―volvió a responder Tomás sin saber exactamente lo que contestaba, mientras su mente soñaba con que quizá pudiera vivir junto a ella el resto de sus días, disfrutando de su dinero sin tener que volverse a manchar las manos. ¿Sería alguna vez capaz de perdonarla? ¿Quizá aguantaría su presencia siquiera veinticuatro horas seguidas? (Raquel)
Continuará…
Escrito con Miguel en Enero de 2011
4 respuestas a “SINTONÍA VIVALDI”
Creo que hay un error: el texto que publicas aquí aparece al final del enlace que pones al principio, por lo que está duplicado, y yo voy a tener que esperarme para conocer el desenlace de este interesante relato.
¡Qué se le va a hacer! Paciencia…
Hola, Alan. Como eres (relativamente) nuevo por aquí, aunque fiel. Te cuento: esto es un relato compartido con un amigo. Él escribe 100 ó 200 palabras y yo continúo la historia. Hace tiempo que venimos haciéndolo. He creado una página propia para el relato para que se pueda leer desde el principio (es el enlace que añadí al principio). Pero el texto lo vamos escribiendo «al golpito», nadie sabe (ni siquiera nosotros) cómo va a continuar ni, mucho menos, como va a terminar.
Hola Raquel:
Me agrada mucho vuestra narrativa, pues le contextualizáis adecuadamente y le hacéis fluir, dándole al lector esos detalles que no buscan la posibilidad de imaginar la situación descrita, sino hacéis se le viva conforme vos le narráis.
Abrazo grande.
Muchas gracias, Ericka. Me agrada que te agrade.
Un abrazo.