EL PENSADOR DE PLASTILINA


Toca jotas, efes, zetas, oes… Sin pausa. Sentado con el portátil sobre sus rodillas, desliza sus dedos como locos enamorados jugando a  besarse. Una y otra vez, una y otra vez.  Sin descanso.

Cuando la primavera calienta, lo vemos sentado en la terracita de la plaza. Cuando las nubes se burlan de nuestros tirantes, aparece en el bar de la esquina. Le da igual quién lo mire, él bucea entre las teclas que acarician sus dedos. Quizá piense que trabaja. Quizá crea que escribe un informe.

Vigilándolo de cerca, su cuidador le permite imaginar que está cuerdo.

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7 respuestas a “EL PENSADOR DE PLASTILINA”

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