En la sala fría, no podía dejar de pensar.

De los ocho siempre fuimos más que hermanos, éramos “los gemelos”. Somos tan distintos que encajábamos como el yin en el yang. Nuestro pacto de sangre nos obligaba a hacernos pasar por el otro en un examen o a prestarnos la novia. Solo nosotros éramos cómplices de las travesuras.

La vida nos ha ido alejando, es cierto. Pero con solo un silbidito nos tenemos al lado.

Podré vivir sin un riñón, así lo liberaré de la máquina. A partir de hoy seremos, más aún, la mitad de una misma cosa.

Escrito el 5 de Junio de 2011

Si quieres escucharlo (a partir del minuto 8:20):

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