
Entrar en sus sueños no fue buena idea.
Le disparó desde su propia sombra. El sombrero de Sabina le pesaba justo en las sienes. Era un profesional y, por difícil que fuera, debía cumplir con el encargo (aunque no entendía como podía alguien odiar a un ser tan leve). ¿Sabía acaso quién le había contratado? ¿Sería una de las mujeres que daba vueltas a la Piscina?
Piscinas con amantes dando vueltas alrededor, ellas riéndose de la elegida, Teresa sufriendo en un rincón y él apretando el gatillo o retozando en una cama (que no es lo mismo pero es igual).
Sobre los adoquines quedaron los zapatos de tacón, la falda casi transparente; de ella, nada. Desde que la bala penetró en el cuerpo de Teresa, Tomás presintió que un batir de alas le acompañaría siempre.
Se alejó de sus sueños, de las sombras, no soportaba cargar con tanta levedad.
―La Piscina de las Burlas me pertenece ―gruñó Teresa, y salió de la habitación dando un portazo.
4 respuestas a “COMO UN PUNTO SUSPENSIVO ASOMADO A LA VENTANA”
Ummmm, el sombrero de Sabina… jeje
Me encanta. Al final te quedó redondo.
Gracias, Carlos. El sombrero tenía que estar, lo siento. Casi siempre tienes razón pero aquí pudo mi capricho.
Besotes.
Solo puedo decir una cosa: guauuuuu!!!!
Gracias, Berti. Miauuuu.