CADA CUAL EN SU CUEVA


―Menuda peste ―exclamó Raúl nada más entrar en la casa cueva.

―Sí. Huele mucho a humedad. Es por la nueva habitación que hicieron al fondo.  No respetaron la piedra originaria. Tu abuela se empeñó en usar cemento, igual que los vecinos. Ya ves tú fuerte tontería. Por eso te digo siempre que si alguien se tira por un barranco no vayas tú detrás.

―Ya.

―Al no respetar la roca volcánica se perdió la propiedad termoaislante.

―Abuela presumía de lo fresquito que se estaba en verano en su casa y lo calentito que se estaba en invierno sin estufas, así que no la perdería del todo.

―No, del todo no. Pero el hombre debería aprender de su historia: el pueblo que pierde sus raíces es un pueblo tambaleante.

―No empieces, mamá.

―Ahora te parece un rollo todo lo que te cuento, hijo,  tu juventud no te ayuda a valorarlo. Algún día, cuando te descubras contándole a tus hijos estas historias, te acordarás de mí, y yo sonreiré desde donde esté.

―Qué melodramática eres, mami.

―¿Recuerdas la diferencia principal entre el Cenobio de Valerón y estas cuevas?

―Sí. Que aquellas las usaban como graneros, tienen las marcas del cierre. Que cultivaban sobre todo cebada que molían para hacer gofio. Que la piedra de Guía y Gáldar es más arcillosa, que podían labrarla con las manos.

―¿Ves como sin darte cuenta se te van quedando cosillas, que de algo sirven las batallitas de tu madre? Algún día las echarás de menos, como echo yo en falta las de tu abuela. Ella sí que contaba batallitas.

―Bueno, mamá, por algo estudiaste  Historia.

―Sí, ya ves para lo que me sirvió. Para pasar las compras por la caja.

―Siempre puedes contarle las cosas a la gente.

―No te burles, mi niño. La gente ve en mí a una terapeuta, no a una historiadora. Todos tienen alguna pena que pasar por caja. Como para ponerme a hablar, si no me dan opción. Menos mal que aprendí a asentir sin escuchar.

―¿Ves, mami? Me parezco a ti.

―La verdad es que los canarii fuimos los más luchadores de todas las islas. Cinco años tardaron en doblegarnos. Es verdad que la conquista duró casi un siglo. Y se encargaron bien los castellanos de hacer desaparecer los elementos culturales de la población aborigen. ¿A ti no se te ocurrirá ir diciendo “guanches”, por ahí, verdad?

―Eso lo tengo clarito como el agua. Que guanches eran solo los chichas.

―Pues en 1478 los Reyes Católicos ordenan la conquista de Gran Canaria tras intentarlo varias veces sin éxito (ya habían doblegado a Lanzarote, Fuerteventura y el Hierro). Pero nosotros resistimos heroicamente. Me parece estar viendo a Doramas, el Guanarteme de Telde…

―Yo pensaba que Guanarteme era el nombre de la calle de los travestis.

―Hijo, por Dios. Menos de eso, y más de esto, tendrías tú que saber. Los guanartemes eran los reyes en Tamarán, o sea en Gran Canaria, porque en Tenerife eran menceyes.

―¿Ves?  Mensey me suena de algo.

―Pero, qué burro. Como te decía, Doramas, que fue el único canarii perteneciente al pueblo que llegó a ser rey, porque todos los demás fueron nobles. No veas lo difícil que lo puso el muchacho. Parece que lo veo por las montañas de Arucas, a Doramas, el Guanarteme de Telde. ¿Recuerdas que te conté que cuando llegaron los castellanos la isla estaba dividida en dos reinos: el de Agáldar y el de Telde?

―Sí, mamá.

―Pues parece que  lo estoy viendo. El conquistador español  distribuyó a sus hombres en una loma cercana a donde Doramas tenía sus guerreros. Desde allí, ambos ejércitos se vigilaban en espera de la batalla. En ese momento (es como si pudiera oírlo) fue cuando se oyó a Doramas lanzar un grito poderoso, desafiando a Pedro de Vera, invitándole a luchar entre ellos, de modo que el combate se convirtiera en duelo sin derramar la sangre de más isleños o más castellanos. Ojalá hubiese sido así.  ¿Me escuchas, hijo?

―Sí, mamá.

―Sin embargo, Pedro de Vera, aconsejado por sus hombres, rechazó el desafío, pero no impidió que uno, Juan de Hozes, abandonara su puesto y se lanzara a caballo contra Doramas. El luchador canario, con muy buena puntería,  lo mató con una lanza. Pedro de Vera, caliente como un cochino, se tiró sobre Doramas. Lucharon durante un rato. De repente, uno de los escuderos del castellano hirió de muerte a Doramas por la espalda.  Cayó a tierra sangrando y moribundo. Desde allí reprendió al conquistador por su traición. Pedro de Vera ordenó entonces que le cortaran la cabeza y la clavaran en una pica. Así la llevaron al Real de las Palmas, allí en Vegueta, donde nació la ciudad, exponiéndola para escarnio público.

―Mamá, bebe un poco de agua o se te va a secar la garganta.

―Te puedes burlar todo lo que quieras, pero cuando des este tema en clase y veas que te lo sabes al dedillo me lo vas a agradecer. Además, el pueblo…

―…que olvida sus raíces se tambalea.

―¿Ves? Sin querer algo se te va quedando, hijo. Pues  Juan Rejón llegó, el 24 de junio de 1478, al puerto de La Luz por San Telmo y fundó el Real de Las Palmas, donde está la ermita de San Antonio Abad. Esto fue antes de lo de Doramas, imagino que te habrás dado cuenta, si no ¿cómo iban a traer la cabeza del pobre mío clavada en la estaca a un lugar que no existía?

―Ya.

―Y entenderás también por qué el día 24 celebramos la fiesta de la ciudad.

 ―Sí.

―Al Real de Las Palmas, se le puso ese nombre por el palmeral que había a la derecha del Guiniguada. Juan Rejón fortificó el campamento allí y se hizo con la zona nordeste de la isla después de algunas escaramuzas. Mi niño, pero Dios castiga sin manos y tres años después, Pedro de Vera, nombrado gobernador de Gran Canaria, envió encarcelado a Juan Rejón de vuelta a la Península, porque había tenido sus más y sus menos con el Dean Bermúdez y  también por el fracaso de sus campañas hacia el interior de la isla. Alcánzame la botella de Firgas, hazme el favor.

―Te dije que te ibas a quedar sequita.

―Ya está. Ese año, en 1481, se abre una nueva etapa en la conquista de la isla, con Pedro de Vera como jefe de los castellanos. Alonso Fernández de Lugo tomó Agáldar haciendo preso a su guanarteme, Tenesor Semidán, después lo mandó a Castilla y se convirtió al cristianismo tomando el nombre de Fernando Guanarteme. Eso sí que fue un avance en la conquista de la isla. Hijo, ¿me escuchas?

―Atentamente. Jamás tendré tu memoria. Pareces un ordenata, mami.

―Pues deja de mirar el móvil, que aquí no hay cobertura. La resistencia aborigen se trasladó después a las zonas montañosas del interior, o sea, aquí mismo, por estas laderas, donde Bentejuí con el apoyo del Faycán de Telde y de las princesas galdenses, Masquera y Guayarmina organizó la última resistencia aborigen. Tras algunas victorias parciales en Ajódar y Bentayga, los aborígenes se rindieron el 29 de abril de 1483 en la Fortaleza de Ansite con la mediación de Fernando Guanarteme. Sin embargo, Bentejuí y el Faycán de Telde… Recuerdas que el Faycán era el jefe religioso ¿no? Como el obispo ahora, vamos.

―Sí, mamá.

―Pues, fíjate qué valientes y qué fieles a su pueblo, que se desriscaron para no entregarse a las fuerzas castellanas. No sé si me parecen más valientes estos o Doramas. Hay que ser valiente para tirarse de forma intencionada. La de golpes que debe darse uno hasta llegar al final del barranco. ¿Tú qué crees?

―Espera, espera. Gooooool de Las Palmas ―gritó Raúl abrazando a su madre que era incapaz de disimular un gesto entre perplejidad y decepción y que, solo entonces, descubrió los cascos que escondía su hijo en la capucha del chándal.


2 respuestas a “CADA CUAL EN SU CUEVA”

  1. menuda lección de historia en formato de diálogo, con la reflexión social de la falta de interés de su hijo… me encantó, en parte porque no sé nada de la historia de Canarias, y de tantas otras… por cierto, ¿dónde está el paisaje de la foto?

    • Fue un trabajillo de clase, precisamente es eso historia dialogada, jejeje. En lo del paisaje, me pillaste, sé que es de Gran Canaria, pero como es una imagen aérea, no sé bien. Lo buscamos cuando te vengas. 😀 . Mañana nos vemos, mendigo.

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