La humanidad está deshumanizada. No es un juego de palabras ni un trabalenguas. Cuando alguien ve humanidad en otro, se agarra a ella desesperadamente, porque la necesita y escasea. Se agarra tan fuerte, son tantos los que se aferran, que tal vez el humano en peligro de extinción termine también por deshumanizarse.
Cuando veas a alguien que se preocupa por ayudar a los demás (aunque sean muchos, aunque esté cansado o agobiado, aunque tenga que hacer cosas más allá de lo que su trabajo exige) si tú encuentras a esa persona y la necesitas, pídele poco o la ahogarás y se extinguirá, y ya no podrá ayudar a nadie porque será ella la que necesite ayuda.
A veces siento que la empatía me encorva. El dolor de los otros me aplasta como una losa sobre otra losa y sobre otra y sobre otra. Una losa por cada enfermedad, por cada persona, por su familia, por su presente, por su futuro. Me llenan el alma con su agradecimiento y se me encoje el cuerpo con su desgracia. Y a veces también me percato de que algunos no se dan cuenta de que nosotros, los del pijama blanco, también somos de carne y hueso; y que sufrimos, y que nuestros límites también son humanos. A veces (quiero pensar que bajo su desesperación; aunque los que lo hacen suelen ser los que ya pasaron la enfermedad hace años o algunos pocos familiares) aun viendo que estamos sobrecargados, que atendemos más pacientes de lo humanamente posible y de que lo hacemos con la mejor sonrisa y con todo el cariño; aun viendo que estamos al borde del colapso, intentan aprovecharse en su exclusivo beneficio. Y eso es lo que me ha llevado a pensar en esta humanidad nuestra tan deshumanizada. Estoy segura de que si encontraran más hombros en los que apoyarse no emplearían tanta fuerza en uno solo.
Hoy me decía una compañera jovencita que lleva en el servicio poco tiempo y que muy pronto se irá: “Estos pacientes te cuentan cada cosa… y luego cuando mis amigas me cuentan sus problemas me parecen unas chorradas tan grandes.”. Eso es lo primero que te enseñan estos pacientes: a apreciar lo que de verdad importa en la vida. Pero te enseñan mucho, mucho más. Sigo pensando que soy una privilegiada por trabajar con ellos; que me llenan el alma, pero también que, sin quererlo, me la encorvan. Y no es un juego de palabras.
6 respuestas a “REFLEXIONES DE UNA ENFERMERA ONCOLÓGICA”
Yo siempre con mis estúpidas correcciones… (y estos puntos suspensivos que tanto detesto).
Completamente de acuerdo, por desgracia, con el contenido, pero el título no concuerda. Debería ser, simplemente (¿simplemente?) «Reflexiones de una persona».
Sólo una persona, entera, de verdad, es capaz de ser enfermera, y mucho más en oncología.
En todo caso, si se hubiera llamado «Reflexiones de Raquel», quienes han tenido la suerte de que te cruzaras en sus vidas ya sabrían a lo que te refieres.
Cuando estés encorvada aprovecha el punto de vista para ver las cosas desde otra perspectiva, aunque sea asquerosa.
Sabes que hay millones de personas, miles a nuestro alrededor, que viven a ras de suelo, entre el asco a la humanidad en general y el amor a la gente de cerca.
Un beso y mil gracias.
De estúpidas nada, Carlos. Sabes que los títulos no son mi fuerte, que reconozco mis errores y que suelo buscarles justificaciones. 😦 Desde que volví a trabajar, llego tan cansada que soy incapaz de escribir y lo peor es que me cuesta mucho dormir por las historias de mis pacientes. Llevaba toda la semana reflexionanado sobre esto, así que… (no te enfades por los puntos que se te pone la lengua azul) esto fue lo que salió, casi sin pensar (reflexiones sin pensar, curioso ¿no?). Creo que debe llamarse reflexiones de persona, no de Raquel (puede que algunos piensen que es una suerte conocerme y otros una desgracia) y, como dices, hay millones de personas que pueden tener las mismas reflexiones. Lo titulé precisamente «… de una enfermera de oncología» porque la reflexión va por ahí, no es que estemos hechas de una pasta especial, sino que nuestros pacientes y sus problemas nos transforman, nos hacen mejores personas. No quiere decir que no hayan muchos profesionales o personas sin profesión que no lo sean, ni que yo me considere una persona maravillosa (tengo millones de defectos), pero el estar al lado del dolor ablanda, humaniza. Por cierto, «Sabes que hay millones de personas, miles a nuestro alrededor, que viven a ras de suelo, entre el asco a la humanidad en general y el amor a la gente de cerca.», me parece una frase genial y muy acertada. Mil gracias a ti por comentar. Besotes.
Admirable vuestro trabajo, dedicación y profesionalidad. Creo que esta crisis puede tener algo bueno con algunos servidores públicos si la población se da cuenta de que muchos de los servicios públicos se sostienen gracias al esfuerzo de gente como vosotros.
Debe ser difícil llegar a casa y desconectar cuando se convive con personas al filo de la vida.
Ánimo.
Gracias, Miguel. Sí, es muy difícil desconectar, a veces incluso imposible. Tal vez la crisis nos vuelva a todos más humanos, tal vez. Abrazos increscentados. 😉 Mil gracias por seguir asomándote a mi orilla desde tu colina naranja.
kreeo k cuendo eres enfermera de vocacion hablando de la rama k sea no es bueno adenytrarse tanto en los problema de los acientes k dia a dia estas tratando y no or k no seas una buena enfermera sino por salud mental aunk ay casos me imajino en los k se es imposible no adentrarte debe aver unos my tristes no en fin es un rofesion preciosa y muy bella ues mi madre tubo cancer ya fallecio y las enfermrmeras eran my xx ay igual k los medicos ven alos acientes oncolojicos con el sighno de muerte k bien ke tu seas la escpcion
Gracias Cristina, por leerme y comentar. No soy una excepción, te lo aseguro, en mi hospital al menos creo que es así. Un abrazo.