No sabes bien por qué te sientes tan a gusto, como liberada, como la gaviota que flota en el mar calmo. Cielo, veleros, césped, mar, edificios blancos como panales acristalados.
Te llevaste contigo el sol. Lo facturaste, uniste las dos cremalleras con un candado naranja que a la vuelta te dejaste olvidado.
Llegaste de noche, cuando la oscuridad deglute la forma de los árboles, de los caseríos; los matices, los colores, los contrastes, como fotógrafa ciega. Abriste la maleta al despuntar el día y salió el sol arrugado de tu equipaje.
Sabes que tus mejores recuerdos los pinta la luz, la claridad de un cielo despejado. Cuadro mágico el que pintaste en estos días, el que pintaron. Sin embargo eres escéptica, no crees en la magia ¿y en las energías? Sí, en las energías, sí. No puedes definir la sensación de totalidad que acariciaban tus neuronas, que mecía cada vello de tu cuerpo. Plena, radiante, feliz, como el sol en lo alto en los días abiertos. Sintonía armónica, deseos de convertir los instantes en infinitos, sin ser consciente de que ya lo son. Vivirlo y creerlo irreal. Conversaciones fluyendo, resolviendo enigmas. Certeza de pertenecer a una misma especie: extraterrestres en peligro de extinción. Certeza de pertenecer a un grupo diverso en pensamientos, en cultura; semejante en palabras, en sentimientos. Felicidad que sabes reservada a escasos momentos en una vida, por larga que pueda llegar a ser. Sentir la felicidad con la noción de que es efímera, etérea, ¿o es tal vez infinita? Sabes que los recuerdos de estos días permanecerán en tu memoria como la mancha de chocolate en aquel vestido blanco.
Saltas, aplaudes, sonríes, besas, abrazas. Minutos de plenitud que se diluyen en el tiempo, como granos de arena del desierto deslizándose entre los dedos de tus pies.
Al regresar, no caben en tu equipaje más que instantáneas coloreadas. A tu derecha, el sol se despide rojo, enfurecido, maldiciendo tu abandono. A tu izquierda, la luna blanquísima, plena, te ilumina y te recuerda que este será de los pocos momentos en tu vida que has gritado sin rubor: Gracias por hacerme tan feliz.
30 de septiembre, 2012
In Certidumbres por Raquel Romero se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.
4 respuestas a “IN CERTIDUMBRES”
No dejes nunca de ser la Raquel de ahora que no puede impedir que la Raquel pequeña asome a cada momento para sorprendernos con su mirada directa y sincera…
Amén. Gracias por saber ver en mí a la Raquel pequeña. 😉 Un besote enorme.
La felicidad es eso mismo que tú relatas tan bien, es un instante, solo un instante, pero habrá muchos más instantes como este en tu vida, porque eres una muy buena cultivadora de instantes felices… para ser feliz hay que querer serlo y me consta que tú quieres y sabes.
Sí, Dominique. En ese momento era feliz a ráfagas. Hace meses que soy feliz a cada paso (en lo bueno y en lo malo). Me ha costado sudor y lágrimas, pero lo importante es dónde y cómo estoy ahora. Por eso deseo compartir con ustedes más instantes felices.
Gracias por SER y estar (aunque sea a miles de kilómetros de distancia física; siempre a mi lado, sin distancia emocional).
Un abrazo enorme.