ALEACIONES INFERNALES


Tesoro

Una cruz de oro con distinción roja. Yo me pregunto de qué podrá servirle dónde se encuentra ahora. Juventud truncada. Sueños rotos. Su joven novia, ingresada por ansiedad con alto riesgo de parto prematuro por la impresión. Sin posibilidad de acudir al traslado del féretro del avión al coche fúnebre. A hombros de sus compañeros de promoción, a hombros de los que tuvieron la suerte de no ser destinados a aquel país. ¿Sabrá acaso ella situarlo en el mapa? Es una buena forma de sobrevivir a estos tiempos, le dijeron. Ya ven en qué forma ha sobrevivido; en forma de cruz de oro con distinción roja. ¿Qué significará el rojo? ¿Qué derramó la sangre por su patria? ¿Hubiera sido azul si fuera un rey o un príncipe? No claro, ellos no habrían acudido a una… ¿intervención humanitaria? ¿Es así como le llaman? Ese hijo que nacerá, tal vez pronto, tal vez lo esté haciendo mientras este velo que no oculta mi dolor me cubre la cara, tal vez mi nieto sepa algún día valorar esa dichosa cruz con distinción roja. Me duelen demasiado las entrañas, pero si tuviera fuerzas se la vomitaría en la cara a todos estos fantoches que vienen a darme el pésame. ¿Lo sienten acaso? ¿Qué puede importarles? Una boca menos que alimentar, un número menos en la seguridad social. Me repugnan. Él era mi mayor tesoro. Con sus tatuajes y su cabeza rapada, con el peercing que hicieron que se quitara para entrar en el ejército. Ya me hubiera gustado haberle ofrecido otra educación. No podía estar más tiempo con él del que estuve. Siempre he hecho más de lo que he podido por él y por sus cuatro hermanos. Si el cabrón de su padre no nos hubiera abandonado cuando nació Lola. No me quedaba otra que trabajar por la mañana en casas como “empleada de hogar”, le llaman ahora, y por la tarde limpiando el mismo colegio donde mis pequeños estudiaban por la mañana y por la noche a hacer todas las tareas de mi propia casa. Muchas veces se acostaban los unos a los otros mientras yo tendía, fregaba o ponía lavadoras. Sé que Adrián quería huir de esas cuatro paredes en las que él hacía de padre de sus hermanos. No le culpo. Era tan joven. Una buena manera de sobrevivir, le dijeron. ¿Quién alimentará ahora a ese pequeño y a su madre? ¿Se hará cargo el ejército de ellos? ¿O pasarán a ser dos bocas más a mi cargo? ¡No sé cómo puedo estar pensando en esto ahora! Debo ser una mala madre o estar, ¿cómo le dicen? Desnaturalizada. Lo que no es natural es que una madre entierre a su hijo. Tampoco que un padre se largue como si los que deja atrás no fueran parte también de él mismo. Puede que tenga un callo tan grande en el corazón que me haya inmunizado contra el sufrimiento. ¿Se sentirá mi hijo orgulloso de la condecoración? ¿Vendrá ahora su padre sin naturaleza a pedirme cuentas del dinero que me den por su muerte? Qué digo yo que algo me darán. La chica no se estaba casada con él. Me lo darán a mí entonces, ¿no? ¿Me llegará para mantenerlos a ellos y a mis otros cuatro hijos? Tal vez pueda dejar el trabajo de las mañanas y poder organizar mi casa y así estar un poco más con los pequeños. Desde que Adrián se fue a vivir con la chica, les falta apoyo. Lo mejor sería que ese niño no llegara a nacer. Puede que la medicación que han tenido que ponerle para calmarla haya parado el crecimiento del feto. ¿No se considera un ser vivo, verdad? Por mucho que diga la Iglesia. No creo que sea pecado lo que estoy pensando. ¿Qué le espera a esa criatura sin padre con una madre que es poco más que una niña? Con la falta que nos hace el dinero a nosotros. No puede ser pecado lo que estoy pensando. Ella podría rehacer su vida, sin ataduras, empezar de cero, estudiar, encontrar otro novio, crecer para afrontar mejor la carga de los hijos. ¡Oh, Dios mío! ¡Qué hubiera dado por poder ofrecerle otra vida a mi Adrián!

 

Caída

No puede ser cierto. Tienen que estar equivocados. La madre de mi novio me asegura que ella misma reconoció el cadáver. Si la bomba estalló tan cerca de donde se encontraba, ¿qué parte exactamente reconocería? No debo pensar en estas cosas. Eso me repite la pesada de la chica que se pasa casi toda la mañana cogiéndome la mano. ¡La lleva clara si piensa que voy a soltar prenda! Me limito a sorberme los mocos y contar, una y otra vez las líneas que dividen los cuadraditos de la pared, primero de arriba a abajo, después de un lado al otro, de izquierda a derecha y de vuelta. Por eso se empeñará en preguntarme si soy creyente, será porque no paro de mirar hacia arriba. Debe ser alguna chiflada que se mete en prestación social. Tengo alguna colega que todavía no tiene los dieciocho y que en lugar de meterla en el trullo la obligan a hacer esta clase de cosas. Ayer vinieron a verme un par de chicas del piso de acogida en el que estaba antes de que Adrián me llevara a vivir de alquiler en el cuartucho lleno de ratas y cucarachas. Tengo que pensarme seriamente lo que me dijo la asistenta social. En realidad yo no quiero este niño. Mejor le valdría morirse sin nacer. ¿Qué vida le espera? ¿Qué muerte? Si este país no está en guerra, ¿a qué coño mandan a los soldados a misiones humanitarias? ¡Joder! Estoy tan harta de llorar. La enfermera dice que no pueden darme tranquilizantes. A ver si esta tarde le toca a alguna novatilla y me quita los cables. Le diré que llevo días sin cagar y que en la cama no puedo. A ver si de hacer tanta fuerza me sale este hijoputa de una vez, me está reventando a patadas el muy cabrón. Las niñas me trajeron un par de porritos, a ver si me puedo encerrar en el baño y fumármelos como dios manda. Espero que me de con las tres cerillas que me dejó la Paca, como estén viejas me voy a quedar con las ganas. Ni se me ocurre decirle nada a la mongólica de mi compañera de habitación. ¡Joder, yo pensaba que las castraban para que no se quedaran preñadas! Ella al menos tiene a su compañero con ella. Otro subnormal, claro, ¿quién si no estaría con ella? No se explicaría, claro. La madre de Adrián está viniendo a verme todos los días. No sé cómo lo hará, la verdad. Entre un curro, el otro, la casa, los enanos. Es todo un detalle por parte de la vieja, la verdad. Ves, por eso le tendría que hacer caso a la asistente. Hace años que perdí la confianza en ellas. Te camelan para llevarte al guerto, pa que hagas lo que ellas quieren. Pero creo que ahora no le falta razón. Era Adrián el que quería al niño, yo quise deshacerme de él desde el principio, no hubiera sido la primera vez. Este niño tendrá un padre, me decía, no es como las otras veces. ¿Y ahora, coño, qué padre ni que cojones? Los subnormales de al lado parece que se ríen con mis lloros, da igual que esté tapada hasta el flequillo, escucho sus risas igual. ¿Se creerán que porque no los veo no los oigo? Imbéciles. Sí. Haré lo que me dijo la asistente. Esta al menos no vino de hermanita de la caridad, ni haciéndose pasar por mi amiga, clarito me lo dijo, no se estuvo por las ramas, la tía. Lo que te conviene es darlo en adopción desde que nazca, no te lo pienses, no quieras ni verle la cara. Piensa en ti, Soledad, eres muy joven, todavía puedes luchar por tu futuro, con él a tu cargo te será más difícil. El padre tenía un trabajo, ¿pero tú, qué será ahora de tu vida, pequeña? Piénsalo. Pequeña, me dijo, así me decía mi madre, yo creo que era porque siempre estaba tan borracha, la condenada, que no se acordaba de mi nombre, pero a mí no me importaba. Pequeña, me dijo, pe-que-ña. No quiso aparentar que se preocupaba de verdad por mí. Me llamó pequeña pero me trató como a una adulta. ¡Es lo que soy, joder, se deberían ir enterando ya los demás! Tampoco sé muy bien porqué me viene a ver la vieja de Adrián. Por el niño, seguro. Será su nieto. ¿Tendré qué pedirle permiso? No lo creo. Al fin y al cabo el paquete es solo mío. Ni siquiera nos hicimos pareja de hecho ni nada eso. Adrián quería reunir perras para darme una boda por todo lo alto, como yo me merecía, me decía. Parecía estar loquito por mí, la verdad. Yo le quería porque era muy bueno conmigo. Ningún hombre se había portado tan bien conmigo. El chiquillo ni siquiera es suyo. No me dejaron abortar, se había pasado el plazo, y no sé qué rollo de la mayoría de edad que no entendí bien. Adrián me quería desde el colegio, yo lo sabía. Me dejé querer. ¡Estaba tan amargada con lo del bombo! Entonces me dijo que él sería su padre. Al poquito me vino con los papeles de voluntario para Afganistán, así cobraría lo mismito que un oficinista, y alquiló el cuartucho y yo me dejé llevar. ¿Qué podía hacer? Se había empeñado en solucionarme la vida y yo más abajo no podía caer. Él era tan alegre, lo pintaba todos de colores, no podía llevarle la  contraria. Ni siquiera me pidió nunca que me metiera con él en la cama. Ya me querrás, no te preocupes, sé que algún día me querrás, y ese día serás tú la que me busques. Era tan bueno. Yo me seguí enrollando con mi ex, creo que él lo sabía, pero no me preguntaba, ni me decía nada. Solo me acariciaba la cara. No se merece haberse muerto. ¡Coño! Tal vez si le digo a mi ex que seré libre cuando nazca el niño, tal vez deje a la pendona con la que está y vuelva conmigo. Nadie lo hace disfrutar como yo, eso me dice, y yo le creo. La otra es más guapa, más fina, pero para la cama me quiere a mí. Si no me llego a enterar tan tarde de lo del bombo todavía estaría conmigo, estoy segura, cuando desaparezca y vuelva a estar flaca me volverá a querer y dejará a la tipa rubia de bote, seguro.

 

Paraíso

Me advirtieron que la zona estaba llenita de bombas trampa pero yo quería ganar puntos ante el capitán. Mi niño tenía que venir con un pan debajo del brazo. Mi Sole se merecía llevar un vestido blanco como los de los escaparates de las tiendas de novias, de las finas. Nada de segunda mano, ni de los chinos. Mi Sole no. Di la vida por ella, bien hecho está. Bien se merece ella mi muerte. Es curioso este estado, es raro, porque veo mi cuerpo (bueno, los trozos que dejó la metralla, claro), lo veo allá abajo como si no fuera mío pero yo sé que soy yo. Mi pobre madre, debo haberle roto el corazón. No era muy dada a los abrazos, ni a los besuqueos, ni recuerdo cuándo me dijo que me quería, si es que lo hizo alguna vez. Pero yo sé que me quería. Ella se lamentaba de que el joputa de mi padre la dejara, pero al menos dejó de castigarla y yo me fui de casa, porque ganas empezaron a darme de pegarla yo también cuando llegaba de juerga, borracho. No me hubiera perdonado a mí mismo ponerle una mano encima. Yo, que tantas veces la ayudé a curarse las heridas, que la ayudé a echarse toneladas de maquillaje para tapar los moretones y que no sospecharan en el trabajo. Creo que ella pensó que me largué porque no podía cargar con los enanos. ¡Por ellos también hubiera dado mi vida! Pero mi madre no quería oírme hablar de ponerme a currar. Empeñadita estaba en que estudiara, ¿pero si este coco mío no recuerda ni el abecedario de derechas? Empeñadita estaba. Mientras vivas bajo mi techo no permitiré que trabajes, me oyes bien, me decía. Pues desde que cumplí los dieciocho, me largué, ¿qué podía hacer? Para estudiar no valía, eso lo sé desde hace mucho. Y claro, coincidió todo. Soledad que dejó al novio, que viene a contarme su problemón, y yo claro, loquito por ella desde infantil, como no le iba a decir que sería el padre del pequeño. Menudo lujo para mí, llegar a ser marido de Soledad. Mi mayor sueño cumplido. ¿En qué iba a trabajar yo si gente con años en paro y formación y todas esas cosas, no conseguía curro ninguno? ¿Qué podía yo hacer para ganar dinero seguro y rápido? A cura no iba a meterme, soñaba con tener mis propios hijos algún día con Sole. Ella hubiera llegado a quererme, yo lo sé  porque no iba a poner en ello todo mi empeño. ¿Dónde habrá conseguido mi madre ese traje y ese velo? La señá Dominga, la del séptimo, seguro que fue ella la que se lo dejó. Claro, tantas autoridades, no podía ir con la ropa de diario, manchada de lejía. Espero que le den una buena indemnización para que pueda quitarse de trabajar, y para que esté más con los enanos de lo que estuvo conmigo cuando yo era pequeño. Y espero que tenga a mi niño como un palmito, no creo que la Sole se atreva a decirle que no es mío. No creo que quiera darle más disgustos. Ni que sea tonta, si mi madre se entera tal vez no quiera que ni un duro de mi muerte sirva para alimentar al niño de otro. Sí, me hubiera gustado vivir más, para enamorar a la Sole, para ver a mi madre disfrutando de unas vacaciones, para poder arreglarle la boca que el hijoputa le destrozó con tanta paliza, eso pensaba hacer antes de casarme: regalarle a mi madre una boca nueva. Para que recuperara su bonita sonrisa, para que dejara de ponerse la mano en la boca las pocas veces que sonríe, para que pudiera olvidarse de una vez del cabrón que la fue dejando desdentada como a una vieja. Y cuando los dejara a todos bien puestitos, me iría a buscar al maricón que me tocó por padre y lo rajaría de arriba abajo. Si por algo me jode haberme muerto es por no haberme cargado a ese maricón. Y cuando hubiera ido al infierno encontrarme con él para hacerle la vida imposible.

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12 respuestas a “ALEACIONES INFERNALES”

  1. Tres enfoques para una misma realidad: la muerte del soldado. Un ovillo de sentimientos que vas deshilvanando para tejer una historia jaspeada… eres una buena tejedora.

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