Era un enamorado de las palabras. Se sabía todos los significados que registraba el diccionario. Su palabra más buscada: incomprensión.
Jamás encontró el término preciso para los gestos. Esa era la razón de su mutismo. Vivió y murió en un manicomio sin que ningún psiquiatra pudiera ponerle nombre a su trastorno.
El último día preguntó en un susurro: ¿Encontraré la respuesta ahora?
Nadie contestó.
Huellas de sal 
2 respuestas a “LEOPOLDO”
Bonito relato Raquel y muy significativo. Esto es lo que me ha hecho pensar:
Que hermosa es la palabra y que triste y duro es el silencio. Pero cuando es silencio lo único que recibimos de aquel que carece del don de la palabra, aprendemos a escuchar las sonrisas, las miradas, los gestos… e inventamos un nuevo modo de comunicación que va mucho más allá de las palabras.
Querida hermanita, en un principio este texto no hablaba del mutismo en el que te puedes ver reflejada. Es ficción, como todo, pero mezclo lo que podía ser la palabra para un amante de la misma (para un poeta, fíjate en el título y en una de las etiquetas) y la locura (con su carga de incomprensión hacia y por los «cuerdos»). No tenía que ver con el tema del que hemos estado hablando esta semana, pero lo cierto es que, al publicarlo ahora, yo también me he acordado de ese otro mutismo; del doloroso. Pero el silencio también es paraíso, nunca lo pierdas de vista. Te quiero.