Ya no recuerdo el placer de volar. De nuevo la llamadita urgente por megafonía. Trabajo, trabajo y más trabajo. Jamás tendremos las mismas oportunidades viviendo en esta puta isla.
No quita la mano. Si se trata de un error ha tenido tiempo de retirarla. Si no fuera imposible, juraría que es la mano de Paola. Reconocería esa mano entre un millón: suave, cálida, firme. ¿Dónde estaba viviendo ahora? ¿Era en Taiwan o en Filipinas?
No voy a mirar. Prefiero seguir soñando.