Todos creíamos que no regresaría nunca. Hacía más de treinta años que se había fugado con aquella mujer. Su imagen permanecía intacta en mis ojos de niña. Tal vez por eso me sorprendió tanto verla así.
Aquel debía ser un día feliz, o eso al menos nos enseñan en las películas. Los granos de arroz o los pétalos de rosa, lanzados con alegría sobre las cabezas de los novios, deben celebrar algo, digo yo. Tenía que sentirme feliz. Tantos años de noviazgo, tantos días imaginando el gran día y ahora parecía todo difuminado. Iba a unir mi vida para siempre con el mejor de los hombres, ¿acaso podía existir mayor alegría?
Pasaron la mañana peinando mi pelo y maquillando mi rostro. Vestido de ensueño, zapatos de princesa y olor a jazmín entre mis dedos. Trataba de rebuscar en mi interior para descubrir aquello que la gente llama felicidad; debía encontrarse oculto en algún rincón perdido, porque no conseguía encontrarlo. Si todo era perfecto, si era el día soñado, ¿dónde se escondía esa alegría sobrecogedora que debía sentir?
Ahora sé lo que me faltaba: sabiduría.
Justo en el momento de subirme al coche engalanado, la vi. Vi la sonrisa triste que en sueños seguía diciéndome que me quería. Esa sonrisa jamás desapareció entre la maraña de recuerdos de mi infancia. Siempre su sonrisa. Por eso la reconocí a pesar de las arrugas, a pesar de que aquel pelo, que yo recordaba azabache, ahora fuera ceniciento. Aquella sonrisa hoy era amplia, sin sombra de dolor en los hoyuelos. Mantenía la cabeza alta y los dedos de la mujer entrelazados con fuerza entre los suyos. La reconocí a pesar de su pelo rapado al tres, a pesar de aquel esmoquin que le quedaba demasiado ancho de hombros.
Entonces entendí la valentía de su decisión, comprendí porqué no había vuelto. La niña que fui no podría perdonarle la huída; la orfandad en la que me sumió con su aventura. La mujer que soy ahora, la disculpa.
En sus ojos centelleaba toda la felicidad que, tal vez yo, jamás seré capaz de sentir.
Tras las lunas tintadas pude leer en sus labios: No lo dudes, aunque no sea hoy, algún día llegará el amor que te transforme. Te quiero, hija mía.
2 respuestas a “TRANSFORMACIÓN”
Y al final consigues que se me pongan los pelos de punta….Es eso a lo que nos referíamos verdad mi Raqui?
Eso mismito, jijiji. Gracias, chiqui, por tu apoyo incondicional. Muacas!