LA CULPA FUE DE LA TENSIÓN


images (1)Una mañana encontré mi Tissot en el suelo, con el cristal machacado, como si alguien, durante la noche, se hubiera liado a martillazos con el pobre reloj. Así fue como decidí no volverlo a usar más. Así fue como decidí ser yo el que controlara mi propia percepción del tiempo.

Y aquí estoy. Haciendo girar una caja de regaliz, sin saber el tiempo que ha pasado, ni qué me ha llevado a encontrarme en esta sala.

La culpa fue de la tensión. No sé lo que significa. También hay otra frase que me ronda: shock postraumático. Algo querrán decir, digo yo.   

−Señor, ¿quiere que avisemos a alguien?

−No entiendo –atino a responderle a la señora de la bata. Sí, ya sé, es la misma que me dijo las otras dos frases hace un momento.

−Ya se han llevado el cuerpo al tanatorio. Debe dirigirse allí. ¿Se encuentra bien? Si usted también padece de la tensión debería dejar de usar regaliz. Aunque lo que realmente le llevó al colapso fue la otra pastilla, la de los jueguecitos, ya me entiende.

No, no la entiendo. No sé de qué pastilla de los cojones me habla. ¿Cuerpo? ¿Tanatorio? No suena nada bien.

Iré allí, para ver si me entero de algo. Al levantarme, trato de guardar la caja en el bolsillo de la chaqueta. Al hacerlo descubro un blíster de Viagra. ¡Hostia, ya me acuerdo!

Había sido fantástico encontrarme a Seguis en aquel pub, después de tantos años. Cuando le abracé mi entrepierna le demostró cuánto me alegraba de verle y no pudo resistirse. La diferencia de edad en estos casos si resulta un problema, debí imaginarlo cuando le metí mano y aquello no se inmutó. Ya en la habitación del hotel, a la tercera sacudida noté que su cuerpo estaba demasiado frío, demasiado rígido. El blíster que encontré en el baño y que escondí en el bolsillo junto con las juanolas, me reveló el diagnóstico que más tarde fui incapaz de entender en labios de la doctora.

No iré al tanatorio, fue un encuentro casual. No sé para qué coño me quedé tanto tiempo en esta sala. Esto de manejar el tiempo a tu antojo es un peligro cuando te olvidas de lo que estabas haciendo hace unas horas y con quien. Ya deben haber avisado a su querida esposa. Yo para Seguis no era más que el recuerdo de unos buenos polvos que ya ni podía tener sin ayuda de pirulas; una locura transitoria.

Locura transitoria. Shock postraumático. La culpa fue de la tensión.

Salgo del hospital y tiro  la caja de juanolas en la primera papelera que me encuentro. Por si acaso.


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