Egos intrincados


Antes de adentrarme en el mundillo literario, cuando solo escribía cosillas que presentaba a concursos; antes de tener claro que debía dedicarme a aprender todo lo que pudiera sobre literatura, porque es lo que me apasiona y me llena de vida. Antes, antes que nada, me advirtieron sobre los egos revueltos, intrincados, apelotonados: me recomendaron que tuviera cuidado, que no me fiara. Más que a los consejos, creo que se lo debo a mi naturaleza independiente. Lo cierto es que siempre he preferido volar sola. Junto a otros, pero sola. Que no se me entienda mal: me encanta la gente, sobre todo la que me enseña cada día cosas nuevas, la que, como yo, ama la literatura por encima de todo y se esfuerza por escribir un poco mejor cada vez. Por eso no pertenezco a ningún grupo (solo a mi grupete virtual) y por eso, probablemente, me he librado (hasta el momento y espero seguir librándome) de estar en ningún bando.

Hace poco, vi un programa en el que enseñaban a dialogar (no a discutir). Se basa en aceptar la verdad que está en el otro, reconocerla, a pesar de que podamos estar en desacuerdo con gran parte de su discurso. De ese modo acercamos pareceres, conseguimos escuchar al otro, en lugar de iniciar el debate construyendo un muro que nos incapacita para entendernos.

Yo simplemente, desde la barrera, reconozco la verdad que pueda haber en unos y en otros. Me sorprende que todos se digan pacifistas y se lancen a batallas cruentas en las que, en lugar de tratar de acercarse, se despellejan vivos (personas que no hace mucho andaban de la mano).

Puede que por mi condición de anacoreta, sea capaz de denunciar los errores de unos y otros. Puede que esto no guste a los guerrilleros, que piensen: o conmigo o contra mí.

Hoy andan convertidos en luchadores, personas a las que aprecio (no solo como escritores, que también). Personas que trabajan por la cultura, por expandir campos, por descubrir la buena literatura que no solo está en esta pequeña isla, sino en todo el planeta. Por ello los admiro. Pero lo siento, no voy a opinar diferente porque quieran que me acerque a un bando o a otro; yo no pertenezco, ni quiero pertenecer a ningún bando. Yo prefiero ver y reconocer la verdad que tienen unos y la que tienen los otros. Y lamento verlos tratar de devorarse.

Todos cometemos errores y el que crea que no, es un necio. Reconocido el error, tras dar marcha atrás y evitando daños mayores; pidiendo disculpas y aceptando el fallo cometido, queda paliado el desacierto (puede que no reparado). A partir de ahí ¿no es mejor bajar las lanzas? ¿No es mejor dejar que pase el tiempo, que todo lo cura y pone las cosas en su lugar? De malentendidos andan llenos los conflictos bélicos. ¿Por qué hacer que el muro que separa sea cada vez mayor? ¿No es mejor afianzar los lazos que nos unen? ¿No es mejor reconocer las cosas buenas de los otros? ¿No es mejor sentarse alrededor de una mesa, compartiendo un vino o un té e intentar aclarar las cosas en lugar de lanzarse pullas a través de las redes sociales?

Cuando se desata una batalla lo más seguro es que las discrepancias vengan de lejos. Una realidad desconocida para el espectador. Viejas rencillas que alimentan la sed de venganza. Me parece triste, muy triste. Pero nadie va a conseguir que me meta en guerra. Yo sí soy pacifista. Seguiré reconociendo las verdades de unos y de otros, pero también veré sus errores, aunque sobre todo veré sus aciertos; eso no me lo quitará nadie. A cada uno lo suyo, ni más ni menos. No me valen amiguismos ni “enemiguismos”. No señor. No permito que se me quiera meter en un bando ni en otro porque les diga las verdades. ¿Qué prefieren, que no se las diga? Peor para ellos. De los errores se debe aprender y cuanto antes mejor, para no seguir acrecentando la bola de fuego que pueda herir, aún más, al enemigo (llamado antes amigo).

Y empezaré por reconocer mi error: lanzarme públicamente a criticar lo criticable sin tratar primero que pedir explicaciones en privado (sirva de justificación que no sabía quienes estaban detrás del desaguisado y por lo tanto no podía darle mi opinión a nadie en concreto).

Puede, espero, que cuando finalice el fuego cruzado, sean capaces de reconocer en qué se equivocaron para así aceptar los aciertos del contrario. Aunque preferiría que parara la guerra, que se tomaran un tiempo de reflexión y que se sentaran en torno a una mesa para que pesen más en la balanza los puntos comunes que las fricciones. No me gusta el espectáculo que da a entender que los artistas no pueden convivir en paz, con sus diferencias, pero en paz. No me gusta que resuenen más las desavenencias que la fraternidad. Es una pena. Solo les pido, desde mi humilde condición de eterna aprendiz y de amante de la literatura, que intenten serenarse, que dejen que el tiempo acalle los insultos, que intenten convivir en este mundillo de egos sobredimensionados. Que intenten convivir en paz, aunando esfuerzos, no desuniendo. Con un solo objetivo: que brille lo que tiene que brillar (lo que todos amamos por encima de todos y de todo): la literatura.

http://www.rtve.es/alacarta/videos/para-todos-la-2/para-todos-2-entrevista-rafael-santandreu-aprender-dialogar/2992811/#aHR0cDovL3d3dy5ydHZlLmVzL2FsYWNhcnRhL2ludGVybm8vY29udGVudHRhYmxlLnNodG1sP2N0eD0zNzQxMCZwYWdlU2l6ZT0xNSZvcmRlcj0mb3JkZXJDcml0ZXJpYT1ERVNDJmxvY2FsZT1lcyZtb2RlPSZtb2R1bGU9JmFkdlNlYXJjaE9wZW49dHJ1ZSZ0aXRsZUZpbHRlcj1kaWFsb2dhciZtb250aEZpbHRlcj0meWVhckZpbHRlcj0mdHlwZUZpbHRlcj0mPXVuZGVmaW5lZCY=


Una respuesta a “Egos intrincados”

  1. Aprender. Ser esponja. Solo se consigue con humildad. Las personas que inflan su ego no pueden ver nada más. Por eso discuten, porque no tienen vistas. No conocen lo que sucede detrás de la puerta. Viven en habitaciones interiores. Así que al final uno se posiciona en función de sus intereses. Yo prefiero tener los ojos grandes. Como tú.

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