8 de octubre de 1852
Benito Pérez Galdós se despierta en su casa de la calle Cano en Las Palmas de G.C. con 12 años
Se levanta a oscuras. Abre las contraventanas. La luz de la mañana le ciega por un momento. Intenta no hacer ruido para que el ama de llaves no le descubra. Va de puntillas. Las tablas de madera crujen con cada paso. Prueba a arrastrar los pies. El camisón se desliza por el suelo como si fuera un plumero. Sale al patio y sube la escalera de piedra. Se para en la pila de agua, vira la cara, saca la lengua e intenta que caiga limpia y fresca en su gaznate la gota que pende de la piedra gris. Le asalta una idea, quiere pintar esa gota suspendida en el aire. Se para, agudiza el oído, teme que alguien le haya escuchado al tragar. Sube corriendo la escalera. ¡Qué lindos están los helechos! Cambia de idea: no se sentará en el escritorio. Abre el armarito del estudio; saca los carboncillos y el papel.
Se sienta en el último peldaño tratando de dibujar el frescor de la gota al posarse en su garganta.