Siempre fui quién soy. Desde aquel pequeño moreno de ojos inquietos.
Recuerdo el rumor del mar arrullando mis ansias de libertad. Por eso soy escritor: para poder vivir la vida de todos.
¡No quiero que se apague mi luz!¡Tengo tanta vida dentro!
Todo se ha dicho de mí: renegado, mujeriego, facha, libertino, lenguaraz, inculto, chaquetero.
¿Quién soy?¿Quién fui?¿Quién seré cuando ya no esté?
Dirán que soy un fracasado: pobre ciego arruinado al que que ya ni siquiera se le levanta. Dirán que perdí mi tiempo y mi vista escribiendo y leyendo, o enredado entre las faldas de alguna joven.
Lo que seré lo dirán cuando ya no esté.
Lo que soy, lo que fui, lo que siempre he sido: lo que soy.
Soy ese niño travieso, desinquieto; un pequeño atento al mundo, enamorado de las mujeres desde siempre. Soy todas ellas; todas a las que he amado (chiquillo enamoradizo) y todas las que he sido en boca de mis queridas protagonistas o secundarias. Ojalá algún día se les reconozca la valía que tiene su naturaleza; a las de carne y hueso, y a las inventadas. Ojalá se las trate, no como a iguales: porque son mágicamente distintas, sino como a lo que son: seres humanos que tienen mucho que contarnos. Son para el varón un mal necesario porque no se molestan en conocerlas, porque lo diferente asusta, porque en el fondo son mucho más evolucionadas que nosotros.
Soy ese niño que se escondía por los rincones para ver llegar la mercancía al local en mi casa de piedra y madera. Ese niño que leía en la penumbra tenue de las velas cuando se apagaban todos los quinqués. El que rebuscaba entre sombras la palabra precisa, el retrato perfecto, la caricatura más socarrona.
Esta luz que se me escurre ahora. Esta luz está muy viva todavía. Esta luz siempre intensa.
Desde esos años en los que el mar arrebolaba mis ideas, la luz lo invadía todo.
Esta luz azul de mi ciudad. Esta luz que solo veo ya en mi oscuridad. Esta luz que espero que los niños del mañana, los hombres del futuro, pero sobre todo las niñas y las mujeres, puedan encontrar en mis escritos.
Galdós, en su última casa, en Madrid, recordando a aquel niño que vivió en su primera casa de la calle Cano en Las Palmas de Gran Canaria.