-Ninguno se ha parado:
Ni el Gorrión, capaz de sintetizar lo complicado.
Ni el Colibrí, sustentador del cuerpo quebradizo con el batir enérgico de su alma.
Ni la Paloma, masticadora de furia que picotea la vida para transformarla en música y poesía.
Ni el Cuervo, oculto en el misterioso vacío suspendido del Narciso.
Ni el Mirlo, tenue amapola sin brotes.
Ni la Cacatúa, deslumbrada por plumas de noches lujuriosas.
Ni el Ruiseñor, guardián de la inocencia que protege el don de los suicidas.
Ni el Pinzón Azul, balanza entre el miedo a la aniquilación y a la grandeza.
Ni el Canario con alma de halcón enjaulado, anclado en la melancolía por vocación.
Solo tú, Gaviota. ¿Por qué me miraste con tu ojo amarillo?
-Porque oliste la sal que dejan mis huellas en el asfalto. No te temo, Águila hechicera: acaricio el pasado, abrazo mi esencia y confío.
Todos estamos alados; si queremos volamos.