Se miró en el espejo del baño al despertar.
En el duermevela recordó: Los “Lujanes” provienen todos de Barranco Hondo. También en Artenara, había un señor que tenía un romero frondoso en la entrada de su casa y a sus descendientes los apellidaron Romero.
Se sentía en paz contemplando la tempestad petrificada.
En Cuatro Puertas supo que había sido una Maguada.
En el Garajonay, en Taburiente, en Osorio, sus piernas corrían como la gacela que se sentía.
Los Canarii, descendientes de los Bereberes del norte de África, no navegaban. Según la leyenda adoptaron la forma de aves para cruzar el mar. También se sabía gaviota. Ante todo, gaviota.
Contempló sus rasgos negroides, su alta estatura.
Miró en el fondo de la mirada que le devolvía el espejo y descubrió a la maguada, a la gacela, a la aborigen, a la gaviota, a la cabra salvaje; el pasado convertido en el único presente capaz de construir el futuro.