No es fácil romper con la costumbre, salir de la apatía adolescente. De nuevo tuve que tragar incomprensión.
Subimos, bajamos, paramos, continuamos. En el camino alguien me busca, me elige como espejo para ayudarle a aceptar lo que ya sabe.
Noto la lejanía del que es incapaz de compartir, del que acostumbra a poner tierra de por medio cuando se siente demasiado cerca del paraíso.
Mi pensamiento se detiene en el planeo majestuoso de las gaviotas, suspendidas en el aire, a mi lado, me recuerdan que me tengo y que ya no temo volar.
Luego, el cristal salado me acoge en su calma acuática. Mis compañeros en lugar de alas tienen aletas, en lugar de aire tienen agua, pero se embelesan de igual modo en la paz.
Por tierra, mar o aire, la naturaleza es mi fiel compañera; nunca estaré sola.