A ellas, a ellos, a todos: ¡Gracias!


Trabajar quince años en oncología, en un servicio saturado, te lleva a conocer a muchas mujeres afectadas por el cáncer de mama. No solo las conoces a ellas, conoces a sus parejas, a sus hijos, a sus padres, a sus amigos. Es de los tumores que más se sabe, que más se diagnostica precozmente, que más tratamientos avanzados tiene, que más buenas expectativas tiene y, de los pocos, en los que existe posibilidad de curación (desgraciadamente en la mayoría se habla de esperanza de vida sin enfermedad, son más frecuentes las recaídas a cinco o diez años, más posibles las metástasis… porque se diagnostican más tarde, porque no hay tratamientos tan efectivos). Pero hay que pasarlo, amiga o amigo (un 1% de los hombres lo padecen).

Durante quince años miré a los ojos a muchas mujeres, a muchos familiares para explicarles la caída del pelo, la pérdida de las uñas, las náuseas y/o los vómitos, el estreñimiento, el cansancio, la bajada de defensas, la anemia. Pero sobre todo para explicarles cómo prevenirlos, cómo combatirlos si aparecían, para transmitirles seguridad, tranquilidad. Para decirles la parte fea de la que a muchos les cuesta hablar. Para empoderarlas. Para hacerles saber que solo ellas podían cuidarse. Para decirles que se permitieran llorar, que era normal sentir miedo, rabia, frustración, tristeza. Para escucharlas. Para acompañarlas. Para ayudarles a ir sin peluca si querían. Para que se permitieran mirar descaradamente a los que se daban la vuelta a mirarlas con lástima por llevar un pañuelo. Para transmitirles esperanza, fuerza, capacidad de lucha pero para decirles que también se permitieran ser vulnerables, se dejaran cuidar, mimar y querer.

Durante quince años tuve que hacer esto con desconocidas, con conocidas, con compañeras, con amigas, con familiares muy cercanos y queridos. A algunas las vi recaer, a algunas morir, a algunas sobrevivir, a algunas curarse.

No es fácil saber. No es fácil vivir. No es fácil ser fuerte. No es fácil transmitir esperanza. No es fácil sufrir. No es fácil saberte ellas. No es fácil ser fuerte. No es fácil ser enfermera. No es fácil ser enfermera oncológica. No es fácil tener cáncer. No es fácil que un ser querido lo tenga. No es fácil.

Durante quince años tuve que ser fuerte y transmitir fortaleza (ni más ni menos que lo que ellas hacen durante su proceso). Durante quince años fueron mi espejo. Durante quince años ellas, y todos los pacientes con cáncer, me enseñaron y me dieron más cosas bellas de las que yo pude darles nunca. Durante quince años no pude irme de su lado. Durante quince años me pareció el mejor trabajo, los mejores pacientes posibles.

Pero no somos superhéroes, no somos invencibles, somos humanos, tenemos nuestros problemas y, el ser empáticos y sensibles, puede llevarnos a claudicar. Y claudiqué. Y me quemé. Y no pude seguir cargando con tanto peso, con tanto dolor.

Ellas, ellos, todos, están y estarán siempre conmigo.

¡Gracias por hacerme ser quién soy hoy!


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