Les contaré dos historias que creo que en el fondo es la misma, reincidente.
Creo que fue el domingo, me enteré de que en el Hospital 12 de octubre tienen musicoterapia. Hace ya muchos años, creo que 11, Marina estuvo casi un mes ingresada allí, y yo con ella (dormía en su habitación, me duchaba en el hospital… nos daban algún fin de semana de permiso, pero casi vivimos allí), allí la operaron, allí se enamoraron de esa niña anciana a la que no hizo nunca falta anestesiar para hacerse un TAC o una RMN, la que iba a quirófano con Osito, la que nunca lloraba cuando la pinchaban, a la que todo el mundo conocía por sus grandes ojos abiertos al mundo. Marina es muy valiente pero le daban miedo los payasos. Su mamá, la menda (cansada, a veces muy triste, a veces muy sola, echando de menos a su otra hija, a su familia), había vuelto a fumar y se escapaba con la excusa de: tomar aire. Una de esas tardes infinitas bajé a «tomar aire». Marina temía que aparecieran los payasos, me pidió que dejara la puerta entreabierta y cuando volví estaba tapada con la sábana: nunca me ha perdonado que la dejara sola con los payasos por allí pululando.
Siempre que tengo un mal que espantar canto y canto y canto… así que, desde que nacieron las mellizas con seis meses y medio, me han escuchado cantar. En casa, les ponía música clásica a todas horas, para dormir les ponía un cd con el sonido de las olas y música de fondo… así durante casi 7 años. En el coche siempre música: Miliki, Siempre Así, Villancicos, Amaral, La Oreja de Van Gogh, Alejandro Sanz, El último de la fila…
Lo cierto es que las dos, en especial Marina, siempre han tenido mucho oído, siempre han escuchado música a diario, siempre han cantado.
Así es que cuando vi lo de la Musicoterapia, supe que ella no se hubiera escondido debajo de la sábana si en lugar de un payaso hubiera venido un musicoterapeuta.
Pues hoy, me equivoqué de planta al tratar de visitar al marido de una amiga ingresado. Y voilá, la magia me encontró de nuevo. ¡Había una musicoterapeuta! Charlamos durante media hora (el amigo de mi amiga se quedó sin visita), me informó de en qué consiste, y supe que si quiero, con mucho esfuerzo (como se consiguen las cosas que importan), puedo llegar a serlo. La experiencia en el Negrín se inició en Paliativos pero también trabajan en cualquier unidad del hospital que las reclame. No son voluntarios, no son músicos, son profesionales terapeutas, cuyos estudios duran 3 años y del que existe incluso un doctorado. Están integrados en el equipo sanitario, son como los Terapeutas ocupacionales, los psicólogos. Sí, tendré que recuperar mis estudios musicales porque tengo que aprender de armonía y un instrumento (por fin retomaré el piano). Pues después me encontré a una médico de paliativos (que a su vez fue paciente mía) y a otra que además es amiga e inmediatamente después, me enteré del fallecimiento de la madre de un amigo (también paciente mía en su momento) y ya en el tanatorio me encontré con otra amiga cuya madre fue paciente también. Así que hoy hablé de ellas, hoy supe que estaban allí (los escalofríos recorrieron mi cuerpo en varias ocasiones).
Hoy me di cuenta de que tengo la muerte integrada en mi vida. Hoy me di cuenta de que estoy preparada para acompañar, con música mejor, en esos instantes finales de la vida.
La vida es eso que transita por los hospitales, escuché hoy, desde el nacimiento hasta la muerte.
Debemos aprender a dejar ir con calidad, porque lo cierto es que nunca se van del todo. Y dándoles una muerte digna a los que amamos, dormiremos serenos sabiendo que se fueron en paz.
Debemos aprender a estar preparados para morir.
¿Saben cuáles fueron las últimas palabras de la madre de esta amiga después de una sesión de musicoterapia? HA MERECIDO LA PENA. Y dio su último suspiro y ahora la acompaña, a mi amiga, siempre y para siempre, con una sonrisa musical.