«Hoy en día mi noción de lo fantástico se acerca más, en efecto, a lo que llamamos realidad. Quizá porque la realidad se está aproximando cada vez más a la fantasía.»
«Para mí, lo que hago tiene que ser literatura, lo más elevada que pueda… ir más allá de lo posible. Pero, al mismo tiempo, intento introducir una mezcla de realidad contemporánea. Y es un equilibrio muy difícil.»
«Para mí la literatura es una modalidad de juego. […] Cuando los niños juegan, aunque se estén divirtiendo, también se lo toman muy en serio. Es algo importante para ellos, es tan serio como lo será el amor diez años más tarde. […] La literatura es así; es un juego, pero es el juego al que puedes dedicar tu vida. Se puede hacer todo por ese juego.»
«Muy a menudo son (los personajes) una mezcla de dos o tres personas. Por ejemplo, he construido un personaje femenino a partir de dos mujeres que conozco. Eso le da al personaje del relato o del libro una personalidad más compleja, más difícil.»
«Son los personajes los que me dirigen a mi. Es decir, veo a un personaje, lo tengo ahí, y distingo a alguien que he conocido, o de vez en cuando a dos personas un poco mezcladas, pero luego ese proceso de identificación se detiene. El personaje empieza a actuar por su cuenta. Dice cosas… Cuando estoy escribiendo un diálogo, nunca sé qué va a decir ninguno de los personajes.»
«A menudo tengo una idea para un relato, pero todavía no hay personajes. […] Soy muy visual cuando escribo, lo veo todo, hasta el último detalle. […] La mayoría de mis personajes son inventados. Y, por supuesto, también estoy yo. En Rayuela hay muchas referencias autobiográficas en el personaje de Oliveira. No soy yo, pero tiene muchas cosas que vienen de mi primera época de bohemio en París.»
«No me gusta la autobiografía. Jamás escribiré mis memorias. Me interesan las autobiografías de los demás, por supuesto, pero no la mía. […] Prefiero inventar, imaginar.»
«En mi caso los relatos y las novelas pueden empezar por donde sea. En cuanto a escribir así, cuando empiezo el relato ya lleva un tiempo dándome vueltas, a veces durante semanas. Pero no de forma clara: solo hay una especie de idea general del relato. […] A veces el relato entero es un sueño. <Casa tomada>, es una pesadilla que tuve. Me levanté de inmediato y lo escribí. Pero en general lo que sale de los sueños son solo fragmentos o elementos sueltos. Es decir, mi inconsciente está en pleno proceso de crear una historia; cuando estoy soñando, se está escribiendo ahí dentro. […] En ese momento no sé cuál va a ser el principio ni el final de la historia. […] Solo a medida que avanza la historia, y de manera gradual, las cosas se van aclarando, hasta que de golpe veo el final.»
«Es como improvisar en el jazz. […] No se trata de ninguna idea. Lo que hace es interpretar una serie de pulsaciones internas distintas. […] Las novelas no, porque en las novelas trabajo mucho; hay toda una arquitectura detrás. Pero mis relatos es como si me los dictara algo que tengo dentro y yo no fuera el responsable.»
«[…] El relato ya se ha construido en algún lugar de mi interior. Así pues, ya tiene una dimensión y ya tiene una estructura.»
«Lo primero que escribí en Rayuela fue un capítulo que ahora está en medio de la novela. Lo escribí sin saber por qué lo estaba escribiendo. Vi a los personajes y vi la situación. […] Lo escribí y me quedó largo, unas cuarenta páginas. […] Luego entendí que estaba embarcado en una novela, pero que no podía seguir desde ese punto. Tenía que parar ahí y volver atrás […] cuando por fin llegué al capítulo ya seguí a partir de ahí.»
«Borges siempre ha sido enemigo del barroco; ha tensado su prosa como con tenazas. […] La gran lección que me ha enseñado es la economía. Cuando empecé a leerlo, de muy joven, me enseñó que había que intentar decir lo que se quiera decir con economía, pero con una economía bonita.»
«Lo único que no ha cambiado, y que no cambiará nunca (con referencia a los hábitos de escritura), son la anarquía y el desorden totales. No tengo absolutamente ningún método. Cuando me apetece escribir un relato, lo dejo todo y escribo el relato. […] En general los relatos me vienen a la cabeza en series. Escribir uno me deja en estado receptiv, y entonces <capto> otro. […] El relato aletea dentro de mí.»
«Escribí gran parte de Rayuela en cafés. […] Trabajaba mucho en cafés, leyendo o escribiendo. Pero con la edad me he vuelto más difícil. Escribo cuando estoy seguro de tener silencio. No puedo escribir cuando hay música, eso está completamente descartado. La música es una cosa y escribir otra distinta. Necesito cierta tranquilidad; pero, dicho esto, un hotel, a veces un avión, la casa de un amigo o aquí en mi casa, son sitios donde puedo escribir.»
«En Argentina había leído la literatura francesa con pasión, de manera que quería estar aquí y conocer las calles y los lugares que te encuentras en los libros, en las novelas. Caminar por las calles de Balzac o de Baudelaire… Fue un viaje muy romántico. Yo era, soy, muy romántico.»
«Llevo escribiendo desde los nueve años, y durante toda mi adolescencia y primera juventud. […] Pero no estaba ansioso por publicar. Era muy serio conmigo mismo, y lo sigo siendo. […] Unas cosas las guardaba y otras las tiraba. Y cuando publiqué por primera vez, ya tenía más de treinta años.»
«Igual que nunca quise publicar hasta estar seguro, lo mismo me pasó con la trompeta; no quise tocar hasta estar seguro. Y ese día no ha llegado nunca»
«Pero hay una novela por escribir. Está ahí, está en mis sueños. Sueño todo el tiempo con esa novela. No sé qué pasa en ella, pero tengo la idea. Cómo pasa con los relatos, sé que será bastante larga, con elementos fantásticos pero no demasiados. Pertenecerá al mismo género que Libro de Manuel, donde los elementos fantásticos están mezclados con otras cosas, pero no será un libro político. Será un libro de literatura en estado puro. Espero que la vida me conceda una especie de isla desierta, aunque sea en esta habitación… y un año. Solo pido un año.»
«Cuando uno quiere escribir, escribe. Si uno está condenado a escribir, escribe.»
«El éxito no me da placer. Me alegro de poder vivir de los que escribo, así que me toca soportar la atención de crítica y público que conlleva el éxito. Pero era más feliz cuando era un desconocido. […] Por otro lado hay experiencias preciosas. […] En un momento dado se me acercó uno de aquellos jóvenes, que tendría unos veinte años, muy joven y muy apuesto. Llevaba un pastel en la mano. Me dijo: <Julio, coge un trozo>. Así que cogí un trozo, me lo comí y le dije: <Muchas gracias por venir a dármelo>. Y él me respondió: <Te estoy dando muy poco comparado con lo que me has dado tú a mí>. <No digas eso, no sigas eso>, repuse, nos dimos un abrazo y se fue. En fin, cosas como esa son la mejor recompensa a mi trabajo de escritor. El hecho de que un chico o una chica se acerque a hablar contigo y te ofrezca un pedazo de pastel es maravilloso. Hace que valga la pena el trabajo de escribir.»
