
No quiero un hombre perfecto ni ideal. No quiero un Kent ni un Superman.
Quiero un hombre de carne y hueso, de los que se rompen por dentro ante las injusticias, de los que no temen expresar su debilidad.
No quiero un robot insensible que ejecute sus movimientos en función del que dirán ni uno demasiado cuerdo que ande con corsé por la vida.
Quiero a un soñador quijotesco que ame la aventura, que se una a mis locuras, que crezca a mi lado cada día.
No quiero a un musculoso sin cerebro, prefiero al que ejercita su mente con nuevos retos, al que hace deporte para cuidar su templo y para desenmarañar la confusión que lo habita.
No quiero a nadie que me quiera ni me crea perfecta porque ni lo soy ni quiero serlo. Prefiero a alguien sabedor de sus cicatrices que acaricie las mías sin apelaciones.
No quiero a nadie que me mire continuamente, quiero a alguien que me vea con todas mis esquirlas y me ame a pesar de ellas.
Quiero a alguien que respete mis silencios, mis duelos, que me ayude a parar cuando giro como un trompo sin cabeza.
Quiero a un compañero de vida que se gane el puesto cada mañana y que me enseñe a ser su compañera soñada.
No sabía lo que quería hasta que llegaste a mi vida.